Monday, March 27, 2006

Una llamada

Anoche alguién que me quiere me habló por teléfono. Quería leerme el prólogo que hace Ray Bradbury a una de sus obras.
No referiré aquí ni la obra ni su contenido. Más bien la alegría de que alguién más tenga fe en lo que uno hace. Mientras leía, tomaba nota del sentido de lo que me leía, pero tambien del tono de su voz y del entramado de circunstancias, eventos y situaciones que hacían posible esa comunión.
Era de noche -muy noche- no había luna y tenía la luz apagada. Por la cortina veía un cielo abierto azuloso y nubes rojizas. Cerraba los ojos y no escuchaba autómoviles como casi siempre. Su lectura no era una lectura monótona o escolar. Le daba el énfasis y las pausas necesarias, pero también se notaba que deseaba compartirme ese texto, como si de ello dependiera mi futuro. Hasta aquí. Guardo silencio. Escucho el eco de tu voz, lectora máxima.
Gracias.

Wednesday, March 22, 2006

¿El viaje se ha cancelado?

En lugar de palmeras ficticias o gigantescos insectos reales, me encuentro encerrado entre papeles, libros y más libros. El papel, de vez en vez, deja de registrar mis apuntes y en él trazó dibujos de corte fantástico.
De cuando en cuando me asaltan imágenes. Si leo sobre Martí, vuelvo a mi memoria de Graham Greene, ahora en Cuba. Y Graham me remite a Hemingway. Y Hemingway a la caña verde y sus floraciones como plumeros.
Nunca he pisado Cuba. Imagino edificios largos y de fachada blanca como los del puerto de Veracruz. Y pienso en rostros negros y cabellos rizados. Y recuerdo una caminata nocturna por el puerto, sabor a sal y sospecha de brujería incluido.
En casa de mi abuelo había butaques. Eran una especie de bastidores de madera entre los que se extendía cuero de venado. Servían para sentarse. En la pared había cuernos de venado y temazate para colgar los sombreros. Cuero y cuernos eran del mismo venado, muerto en tiempos del bisabuelo. En el tapanco, húmedo, polvoso, repleto de hongos, se guardaban los libros. No me creo tan lejos de ellos. Mis abuelos y mis padres son una extraña mezcla de estabilidad y errancia. Parecen no haberse movido nunca. Sólo parecen.

Wednesday, March 15, 2006

Agua

Miro a través de la persiana. En la calle llueve copiosamente. El olor a tierra mojada lo inunda todo, abre los poros. Libera.
Meses más tarde, la situación es la inversa: la tierra reseca llega a mí como polvo. El asfalto se ha convertido en un ardiente mar muerto sobre el que se pierden espectros bañados en sudor.
Me dan ganas de beber. Sirvo el agua y empiezo a recordar mensajes que aparecían en las pantallas que llevan los autobuses: fuentes, retretes, grifos secos. Igualmente pienso en las ruinas de una población que me tocó ver después de una inundación: el agua había corrido a través del poblado y había partido los suelos, arrastrado el concreto, reducido todo a un montón de escombros entre los que hurgaban las gaviotas.
Luego tuve entre mis manos una tarjeta sobre le Foro Internacional del Agua. Todavía recuerdo las noches en que no podía dormir por el olor nauseabundo de un río próximo a mi casa. Un conocido, me platicaba como se bañaba en su infancia en otro río próximo y esperaban en un juego peligroso el llegar de la ríada.
Ahora no hay nada, salvo venenos más tóxicos que cualquier compuesto natural.
El calor sigue. El asfalto baila bajo el efecto del calor. Y nada pasa.

Tuesday, March 14, 2006

Silvia Molina

Silvia Molina es una mujer que piensa cuidadosamente antes de contestar una pregunta. Conforme va enhebrando pasajes de su vida, sus expectativas, las condiciones que poco a poco la convirtieron en una narradora reconocida, uno puede ver que tiene una tremenda consciencia respecto a la importancia del orden al momento de narrar una historia.
Dos elementos biográficos definitivamente inciden en las líneas generales de su obra: de un lado, el no haber conocido a su padre, mismo que sin embargo le legó un modelo de conducta y ejemplo intelectual verdaderamente sólido. Por el otro, su dislexia, misma que, considero, fue la clave para ese otro sentido que muestra al estructurar sus narraciones.
Lo que pasa con la obra de Molina – por lo menos en El amor que me juraste, pero parece que también en La mañana debe seguir gris­- es que aparentemente no pasa gran cosa. “Una novela sin aspavientos” la denominó el Mtro. Felipe Garrido. Sin embargo, detrás de esa sobriedad, hay mucho de autocontención y, en un medio que suele ahogarse en la grandilocuencia o lo extravagante, siempre es algo que se agradece.

Friday, March 10, 2006

Regreso a C.U.

Esta semana regrese a la UNAM. Aunque le tengo mucho cariño a cada una de mis universidades, la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM tiene un particular valor para mí. El primer día de clases, un lunes, fue un continuo maravillarme: la gente, el ambiente, las dimensiones. Por ese entonces deambulaban mucho por ahí Héctor Azar y Luís Villoro. Ahí también conocí el placer de una clase que es igualmente gozada por quien la da. Los primeros fascinadores fueron Samuel Gordon, Maria Andueza, en particular, Lourdes Penella y Beatriz Arias.
Y luego estaban los compañeros, tantos, tan variados, tan inteligentes. Alejandra Ramírez Tauffer y su dulzura. Alejandro Zapata, que recibió una beca para estudiar en Nueva York, Karín García, ahora en CONACULTA y preocupada por el budismo. ¿Y donde dejo a Manuel Cuautle, a Sinuhé, al compañero de Morelos que llegaba con sus violetas de vivero?
Ahora me encuentro tomando un curso sobre narradoras contemporáneas en ese mismo espacio. Esos años fueron el empezar a construirme un futuro a mi gusto. Casi todos mis amigos tenían ese rasgo: venían de otra disciplina, forzados a aceptar cual era nuestra vocación o dejarse morir de tristeza. Vino luego la huelga del 99 y el viento nos disperso.
Se siente supremo volver a caminar rápidamente entre esos pasillos al anochecer.

Wednesday, March 01, 2006

Murmullos de marzo

Si algo me cansa es la falta de fe. No puedo soportar - a pesar de mi talante pesimista- alguién que se descarte de antemano. Me parece una falta de compromiso consigo mismo. Un no tomarse en serio.

¿La inexistencia del paraíso a los ojos del ateo vuelve inútil la poesía de San Juan de la Cruz?

Hace poco leí parte de la correspondencia que Antonio Gramsci envió a su familia desde sus distintas prisiones. En paralelo a esa correspondencia de indudable valor humano y literario, el autor generó una obra teórica que hasta la fecha nutre distintas ciencias sociales y humanas.
Mientras tanto, veo gente que no encuentra sentido a lo que hace, como si de la naturaleza del objeto y no de la voluntad del realizador dependiera éste.

¿Es que los libros de autoayuda volvieron superfluo el sonreir? ¿Sólo se alcanza la verdad cuando se asume el suicidio?

Definitivamente, me hace falta un baño de mar.