Friday, August 10, 2007

Tres visiones de la mujer. (3)

Lo colectivo
Esta foto fue resultado de una enorme cacería. Puede esgrimirse como una prueba de corporativismo o de profunda convicción política. No sé trata de eso. Más bien en ella observamos como los lazos comunitarios perviven en medio de la más adversa cotidianeidad.

El sol aprieta, la gente sigue congregándose, pero eso no hace que se interrumpan la charla, el apoyo mutuo que a veces deviene comunión de tedios.

Tres visiones de la mujer (2)

Lo étnico.
La señora que aparece en la foto es una indígena maya de Quintana Roo. Siempre es diferente la manera en que una colectividad no occidental concibe lo político, aún cuando la mayoría damos por sentado que al usar las mismas palabras nos referimos a lo mismo. Para un indígena, mas una indígena el apropiarse de los mecanismos occidentales representa una victoria y una derrota al mismo tiempo. Dicha doble condición deviene de su carácter impuesto. Y, sin embargo, ¿qué ser humano no debe hacer frente a la tremenda realidad, abrumadora imposición en cuanto a la responsabilidad que implica, de una historia común humana?

Tres visiones de la mujer (1)



Asistí a la marcha del 1 de julio en protesta por los resultados de las elecciones del año pasado. Me interesaba sobre todo captar imágenes de esos pequeños cambios que a la larga lo son todo.


Encontré diversos indicios en diferentes ámbitos.


Lo religioso.


Cuando ví a esta jovencita no deje de estremecerme. Aunque puede ser considerada una muestra de fe y veneración, igualmente puede ser vista como la desacralización y la humanización de un símbolo alrededor del cual ha girado buena parte de la historia mexicana.

Detrás de ella se encontraba el centro institucional de la Iglesia Católica en México, la Cátedral metropolitana. A unas calles de ahí, la iglesia de la Profesa, donde precisamente los Guadalupes prepararon la caída del gobierno virreinal.

¿Qué queda de ese magma histórico que poco comprendemos? Si se le aprehende exclusivamente con la razón no se entiende nada; si nos dejamos arrastrar por el sentimiento, la percepción se obnubila. Al final sólo queda esa imagen de esfinge en medio de la gran plaza.