Saturday, December 15, 2007

Horizontes azules

Diciembre.
Hoy al caer la noche pude ver la luna. Apenas un rasguño de luna.
Estoy deprimido. ¿O más bien ansioso?
Algo me hace desconfiar de los términos psicológicos. Por lo menos en algunos contextos. En este contexto realmente estoy triste, miro el azul del cielo cada vez más oscuro según levante la vista.
Hace frio y hay pocas nubes.
Volví a dibujar.
Quiero leer poetas que unten la tristeza en pan de centeno.
Mi tristeza tiene el aroma de una mujer querida.
Cruje.

No soy el único que desearía aullar toda la noche para que llegara su compañera.
O compañero.
Legiones hemos caído en estos meses. Aún tenemos el gesto del asombro o el desconcierto.
Ella me dijo que un día iba a llegar esto.
(Camino como entre ruinas, sobre árboles trozados).
La beso en ausencia.
Niña luna.

Sunday, September 23, 2007

A la espera

Últimamente me ha costado más trabajo del normal mantener vivo este blog. Pienso en él- en la vida toda, quizá- como un navío que espera el viento para avanzar. Mientras tanto, hay que observar como crecen lentamente las algas y los percebes en la madera del mismo y como los albatros, momento,¿ cuáles albatros si no hay viento?
Tengo la firme intención de iniciar un viaje. Aún no tengo claro a donde, pero en principio debe ser a un sitio desconocido. Igualmente, no debe ser en condición de turista. Un autor recién y furtivamente leído, mencionaba que eso rompé la condición iniciática y de descubrimiento del viaje. Simplemente, en lugar de verte confrontado por lo ajeno, de sentirte vulnerable por lo que no conoces, vives una atmósfera de lo similar ( cordial saludo a estadounidenses, europeos y mexicanos ansiosos de toparse con un Mc Donalds para poder comer).
¿Y el mundo habitual? ¿Lo cotidiano? Esto tambien se vuelve amenazante pero por repetición. O mejor aún, no por repetición, sino por la perspectiva infinita de repetición. Este eterno retorno del autobus o del café o del hombre que pasa frente la cristalera a las diez de la noche todos los días se vuelve insoportable.
Ante mi anuncio de viaje ( similar a anunciar el retorno del Mésias o la democratización plena de México, en tanto no lo haga) un amigo me pidió recordar a Cavafis y recordar que llevo el caos conmigo. De acuerdo, pero creo que el caos tiene elementos en común con los primeros tres minutos de una pelicula porno: antes de que digamos ya la vi, aunque no , queremos ver el set. Después, sí, ya la ví.

Saturday, September 08, 2007

Atrio Espacio Cultural.

Antier conocí Atrio Espacio Cultural. Como su nombre lo indica es un espacio para la realización de eventos culturales. Cuenta con una pequeña galeria y una libreria que le apuesta a una cuidadosa selección de materiales, sobre todo en narrativa, poesía y filosofía. Se encuentra en la calle de Orizaba 127 Col Roma México D.F.
Todo esto en un primer piso. A nivel de la calle una cafeteria. La directora, Citlalli Fuentes, me comentó que se trata de un esfuerzo completamente independiente y abierto a distintas manifestaciones artísticas y culturales.
Tendré que regresar.

Friday, August 10, 2007

Tres visiones de la mujer. (3)

Lo colectivo
Esta foto fue resultado de una enorme cacería. Puede esgrimirse como una prueba de corporativismo o de profunda convicción política. No sé trata de eso. Más bien en ella observamos como los lazos comunitarios perviven en medio de la más adversa cotidianeidad.

El sol aprieta, la gente sigue congregándose, pero eso no hace que se interrumpan la charla, el apoyo mutuo que a veces deviene comunión de tedios.

Tres visiones de la mujer (2)

Lo étnico.
La señora que aparece en la foto es una indígena maya de Quintana Roo. Siempre es diferente la manera en que una colectividad no occidental concibe lo político, aún cuando la mayoría damos por sentado que al usar las mismas palabras nos referimos a lo mismo. Para un indígena, mas una indígena el apropiarse de los mecanismos occidentales representa una victoria y una derrota al mismo tiempo. Dicha doble condición deviene de su carácter impuesto. Y, sin embargo, ¿qué ser humano no debe hacer frente a la tremenda realidad, abrumadora imposición en cuanto a la responsabilidad que implica, de una historia común humana?

Tres visiones de la mujer (1)



Asistí a la marcha del 1 de julio en protesta por los resultados de las elecciones del año pasado. Me interesaba sobre todo captar imágenes de esos pequeños cambios que a la larga lo son todo.


Encontré diversos indicios en diferentes ámbitos.


Lo religioso.


Cuando ví a esta jovencita no deje de estremecerme. Aunque puede ser considerada una muestra de fe y veneración, igualmente puede ser vista como la desacralización y la humanización de un símbolo alrededor del cual ha girado buena parte de la historia mexicana.

Detrás de ella se encontraba el centro institucional de la Iglesia Católica en México, la Cátedral metropolitana. A unas calles de ahí, la iglesia de la Profesa, donde precisamente los Guadalupes prepararon la caída del gobierno virreinal.

¿Qué queda de ese magma histórico que poco comprendemos? Si se le aprehende exclusivamente con la razón no se entiende nada; si nos dejamos arrastrar por el sentimiento, la percepción se obnubila. Al final sólo queda esa imagen de esfinge en medio de la gran plaza.

Tuesday, July 17, 2007

Día de lluvia

Hoy estuvo lloviendo todo el día. No es que me queje: una amiga chilena dice que en su tierra esta nevando. En lo particular, me gusta la lluvia. Raíces campesinas, creo yo. Además se presta para escribir. La luz entra filtrada y el eco del agua resulta sedante.
Salí dos veces a la calle: la primera a entregar un currículum. La lluvia era muy fina, parecía la obra de un vaporizador. Entre a un café y pergeñe algunas notas a mano. Creo que soy una especie de puente entre lo antiguo y el hoy. Soy mucho más creativo, más reflexivo con un lápiz en la mano que con el teclado. Entonces mejor escribo a mano mis notas, mis fichas, hasta los cuentos, y luego los traslado a formato electrónico.
Mi amigo Conrado decía que eramos los últimos mohicanos. Todavía prefiero un buen periódico y una biblioteca polvosa a la computadora y el Internet...aunque me paso hora tras hora frente a estos. Efectivamente, soy anfibio.
Después, ya en la tarde, tome un café con Sahira. Ella fue mi alumna en una preparatoria. Sigo diciendo que es más inteligente que el promedio. El próximo mes entra a Ciencias de la Comunicación. La charla fue rápida. Me sentía un poco inseguro con tanto que capturar esperando. La lluvia fue mucho más intensa. Casi al salir observe a una rubia de cabello largo y revuelto, enfundada toda en mezclilla y con un enorme escote. Todo un estereotipo. Supongo que la esperaba un hombre Malboro.
Por fin ya no llueve y estoy tranquilo. Casi termino. Me siento como una hormiga próxima al centro de la espiral de arena. Ya, que me devoren. Lo que será, será.

Saturday, June 23, 2007

Revisitando

De acuerdo. El blog es un espacio público y debe de aprovecharse. En realidad, debo de asumir mi conservadurismo en realciòn con la tecnología. Un blog no es la versión en línea de un texto escrito, es un texto escrito en un soporte diferente y por lo tanto con posibilidades de aprovechamiento radicalmente diferentes. Aqui entra lo visual. Y, sin embargo, yo estoy comprometido con la palabra. Llevo años escribiendo cuentos, menos años estudiando literatura, aun menos dando clases y, aunque eso me produce una profunda felicidad, no es una vacuna frente a la falta de imaginación en este medio.
¿Donde estan las imágenes? ¿El sonido? Lo multimedia, pues. Ni modo: el postear uno de mis cuentos cortos es solo una opción marginal. Este es un medio público, apropiado para evadir o confrontar la censura y comunicarse con la gente con una mucho mayor cantidad de alternativas de las que he podido usar.
Por lo menos soy sincero: creo que hay cosas que solo la letra impresa nos puede dar. Pero por lo mismo, estoy seguro que los alcances del blog son únicos, y hasta el momento, a más de un año de este viaje, empiezo a comprender esto.
Lo que no comprendo es que ganas de desvelarme.

Nada

Lo que me encanta del insomnio es que así atiendo este blog. Son las dos de la mañana, el trabajo esta a la orden del día y yo sin poder dormir. Eso sí, un poco calenturiento de tanto que debo terminar.
Mmm. Quede conmigo mismo de postear algo interesante. Será para la próxima, de momento sólo dar señales de vida es un avance.

Sunday, April 29, 2007

Mi gran taller

Fines de 1995. El país apenas se recupera del error de diciembre. Las instituciones culturales están, una vez más, bajo la lona. Apenas unos meses antes, quizá un año, la Sociedad General de Escritores de México había ofertado su diplomado en la ciudad de Puebla. El costo del mismo resultaba prohibitivo para mi. Sin embargo, a alguien se le ocurrió ofertar el diplomado como materias sueltas. Llegué uno de esos días –apenas llevaba un año en la facultad de Derecho- al patio del Instituto Cultural Poblano. Más allá de la puerta, un joven callado, de cabello relativamente largo. Fumaba. No sé como no me cuestioné respecto a su papel en ese lugar. Me dio la información y yo me fui. En ese entonces rellenaba libretas de palabras cada tarde.
Cuando comenzó el diplomado supe quién era la persona que me había recibido: Gabriel Wolfson. En ese momento yo era uno de los jóvenes del taller – estaba Frida, aún más joven y muy hermosa, pero en materia de hombres, sólo me superaba Gabriel Wolfson-.
El primer curso fue una masacre y una iniciación. Bajo una hoja pegada al muro que indicaba “Eso de literatura comprometida, me suena a equitación protestante. Borges” comenzamos un extraño ritual de aproximación a los grandes (Poe, Chejov, Maupasssant) que se complementaba con la lectura de los más actuales ( Piglia, Villoro, Carver). Y luego, a arrancar los ripios de los cuentos propios y ajenos.
No recuerdo a todos los que estaban en esas primeras sesiones, pero todos tuvimos que acostumbrarnos a un nivel de exigencia que nunca nos permitió cuestionarnos sobre la edad de Gabriel. Su crítica era certera, sin concesiones, exigente. Complementaba el tino (¿filo?) crítico con su sólida formación de lector.
Comenzaron las deserciones y los descubrimientos. Ana Villa, por meses batallando con la palabra, de repente enhebró un cuento sorprendente que brotaba de una regadera. A partir de ahí, siguió sorprendiéndonos cuento a cuento y novela a novela. (A un lado de nosotros, tablaroca aparte, estaba el taller de Beatriz Meyer. El horario era otro y se podía coincidir en ambos. Oscar López, por su parte, daba un propedéutico que nos permitía hablar un lenguaje común). Filadelfo Gayosso armaba historias rurales que le servirían de round de sombra para su crónica de Tlacuilo. Sin embargo, nunca faltan los malos alumnos. Hugo Cabrera se lanzó a organizar su suplemento y el Concurso de Cuento de Rock de Síntesis. Y claro, estabamos los peores: Gabriel Castillo, Leopoldo Hernández y un servidor, sin libros publicados en forma y despedazando cualquier texto que se nos ponga enfrente (ripios, lugares comunes, es declarativo, ya se ha leído), terminamos estudiando posgrados en Literatura.
Ese fue mi gran taller.

Saturday, April 28, 2007

En el filo

Antier había unos tremendos nubarrones en el horizonte. Apenas llovizno. Ahora tengo la sospecha que el agua corriente se esta evaporando más rápido de lo debido. No hemos detectado fugas y, sin embargo, parece que se acaba en menos tiempo.
(En tanto, me viene a la mente una amiga refiriéndome un video realizado por Al Gore sobre el calentamiento global. No lo he visto, pero me parece inquietante que después de tres décadas de visualizar el infierno urbanístico del D.F. y esa vieja promesa de una amplia conexión de zonas urbanas y semiurbanas entre éste y Toluca, Neza, Tlaxcala, Puebla y Cuernavaca, apenas se este descubriendo lo obvio).
¿Por qué escribo del clima? ¿No suponía que ya estaba en condiciones de respetar una mínima política de internet? Literatura, un poco de relato de viajes, periodismo y ya.
En realidad, todo se reduce a no dejar morir el blog. De la misma manera que le doy prioridad al trabajo académico y una cierta continuidad a lo poco de trabajo creativo que logro sostener, creo que el blog es una instancia ( nota: uso mucho el término. Se nota que estoy en problemas jurídicos) de comunicación que no debo dejar morir, así sea que de momento no sepa darle un buen uso. Algunas entradas me parecen excelentes, otras sacrificables. Quizá se vaya imponiendo alguna poda.
En fin. El punto es que muchas cosas estan al filo del cambio. Y aunque en estas reflexiones más bien me introyecto porque pienso que nadie las lee - una minoría amable en todo caso- no dudo que lo personal y lo colectivo esten tan tremendamente imbricados que no salta a la vista.

Ya. Les recomiendo "Miscelanea Erótica" editada por la B.U.A.P. Participan en ella Fernando Morales Cruzado, Mario Calderón, Víctor García, Víctor Toledo y Arturo Vázquez Sánchez. En lo particular, el trabajo de García se me hace notable, en tanto que se observa como Vázquez se dirige hacia nuevos derroteros. El resto de los trabajos ameritan una mirada más atenta de mi parte antes de dar una opinión.

A ver que pasa.

Thursday, April 19, 2007

Abril

El mes esta terminando. Y este blog empieza a revestir un extraño aspecto testimonial, aparentemente sin un asunto concreto.
Me viene a la mente lo que decía Yourcenar respecto a las Memorias de Adriano y el por qué esa obra no podía ser un diario: la necesidad de tiempo y de tranquilidad.
Todos estos días, como en cascada, se han venido sucediendo los eventos inesperados,los amagos de conflictos, las presiones.
Mientras escribo mi amigo Sergio Lira esta internado en un hospital. Balas y declaraciones en la televisión y en las calles. Silencios. Son días poco aptos para escribir.
(Y estoy leyendo a Pizarnik.Qué mujer)

Wednesday, February 28, 2007

Marzo

Mañana comienza un nuevo mes. Esta haciendo un calor que promete volverse infernal y distintos signos enturbian el horizonte.
Primero la crisis económica china. Más allá, la posibilidad de un ataque norteamericano a Irán. A nivel local una grisura insuperable en todo el ámbito de lo público.
Sobre la mesa de trabajo se acumulan las cuartillas. Debo de escribir un artículo sobre literatura de viaje y continuar con mi investigación sobre la crónica mexicana.
Ahhhh. Hablar de libros es como beber agua fresca. Quedan tantos pendientes. Aún no me doy el tiempo ni la maña para leer a Pamuk, el nobel turco.
Lo primero es no ceder a la idea de que todo esta cerrado. Hay mucho quehacer, muchas ideas estimulantes y muchos procesos que probablemente escaparan a mi vista en un primer vistazo.
A proposito de vistazo. Me viene a la mente una imagen del puerto de Veracruz. Sus playas lastimadas por contingentes másivos de turistas. Botellas vacías de plástico transparente. Basura, frituras perdiéndose sobre la arena. Y una extraña muestra de competencia en el hurgar: palomas y gaviotas. La plaga de las catedrales compitiendo con los asaltantes de cubierta. Al fondo el mar.

Saturday, February 24, 2007

Bañado en luz amarilla

Primero, el lodo. Este suelo no es más que lodo coagulado. Se pega al calzado y no se quita. Las casas se alcanzan a ver entre los árboles: mangos, zapotes, chacas. Una niña corre tras las gallinas. El sol comenzará a caer a plomo. Me dirijo a la primera casa: ladridos, aves revoloteando. Me topo con un mapache hiperactivo que gira alrededor de una estaca a la que esta amarrado. Recuerdo su historia: el perro de un vecino olfateó cerca de la ciénega una mapacha con sus crías. La muchachada los atrapó y después se peleó por ver quién se quedaba con qué. Los padres entraron al pleito y, unas mentadas de madres después, este mapache termino girando como animal de noria y comiendo en una lata. Miro hacia el cielo: su amplitud ha cobijado a distintos pueblos y emigrantes. Niños que pelean, hombres que se odian. Igual cantan y se recuestan en hamacas o tiran sus cordeles al río. Cosa de siempre. Cosas que no cambian. ¿O sí?
Me acerco aún más a la casa. Veo el cobertizo sobre el lavadero cercano al pozo. Aquí la improvisación construye el eclecticismo: en los muros tejamanil, lámina de cartón, cartón, ladrillo. Alrededor llantas apoyadas contra el gallinero, botellas de cloralex, una jaba de los abuelos.
Me saluda la madre de mi visitado. Su cuerpo es enjuto, propio para fiebres e inermidades. El pelo entrecano y despeinado, las manos huesudas y de un color parecido a la tierra que la sostiene, aunque mejor me recuerda la piel de una iguana, sí, estoy ante una enorme iguana negra, llorosa, dolida, asfixiada.
Me alejo un poco de ella, del mapache cautivo y de los vestidos floreados secándose en el tendedero. Estoy muy lejos, muy atrás, viendo una televisión blanco y negro mientras escucho a mi abuela recriminarla, referirse a otro pasado aún más lejano:
― Y las pobres criaturas no tenían que comer. Venían y cabeceaban. Les daba su tortilla con arroz y entonces abrían los ojillos, porque eran listos los mocosos. Pero no les daban de comer, nunca había nada en su casa. Quien sabe que pensaba esa mujer…
Recordaba pláticas, la memoria de don Fulano y don Zutano, los asoleaderos de café, la pobreza, el tiempo ido, los nortes, y al final, después de inundaciones, barcos olvidados, gritería de niños y sorbos de alcohol, al final me encontraba de nuevo a esa mujer flaca, color tilcampo, sufriendo como siempre.
―Le ponían unas patizas. En vano le decía al finado que no, que no era bueno, que Dios castiga. Sufrió mucho esa mujer…
A veces pienso que todos quisiéramos quedarnos ahí, escuchando bonitas historias mientras los abuelos miran televisión, percibiendo las cosas y asumiéndolas como algo por necesidad ajeno, algo que son ellos y jamás habrá de alcanzarnos. Supongo que existirá quien pretenda seguir así por siempre, sin darse cuenta de que el tufo de la pobreza cruza los muros y que a veces es nuestro colchón el que hiede.
― Que bueno que vino, su mamá esta adentro con él.
Apenas lo había visto un día antes. Igual lo recordaba, cómo no, montado en un caballito rojo cuando pasaba enfrente de la casa. Años más tarde, manejando un tractor, con esa sonrisa láctea y su bigote negro. Siempre había estado cerca, cómo su padre que llegaba a chismear por las tardes y sus hermanos que pasaban tomados por la carretera. Esa era la vida simple: levantarse temprano, trabajar duro, comer, regresar a la faena, y el fin de semana cobrar la raya, ponerse una camisa limpia y tomar con los amigos.
Otro día me encontraba a la orilla del río. No olviden el lodo, tenía las botas atascadas de lodo. Su padre había sido amigo de mi abuelo. Muchas veces habían platicado ahí mismo, uno tirándole a los patos, el otro cuidando al nieto. Esa tarde me lo encontré y me pregunto:
―¿Cuándo te casas?
La pregunta me sorprendió. En teoría mi cuota de adultez ya había sido saldada fumando en los baños de la secundaria.
―Estoy muy chico para eso. Apenas voy para dieciséis.
―Por acá a esa edad ya se casan. A los veinte ya estas viejo.
Creí que era broma. Pero la persona que iba a ver se había casado viejo. Tendría dieciocho. Su mujer trece o catorce. Murió tras dos abortos, dicen. No tardo en volverse a casar con alguien más o menos de la misma edad que al final lo abandono.
Subí las escaleras. Las paredes estaban manchadas de verde. Entre los escalones brotaban helechos y pequeñas briznas de hierba. Una niña corría entre los perros y el mapache. La hija, su hija.
Algo tienen esas casas, el rojo de los ladrillos, o quizá el encierro asfixiante de sus muros que excita la imaginación. En realidad, el color de la tierra es el color de la mujer. La mujer. A boca de jarro, apenas entrando me encontré a su hermana. Vestía una playera amarilla con blanco. De niños habíamos jugado juntos. Hace siglos, antes de todo ―antes de su marido, por ejemplo―. Y apenas un día antes lo había visto a él. Estaba sonriente, contento en cierta forma. Ese día bromeé un poco, lo hice sonreír y pude más o menos romper esa atmósfera densa, de normalidad sostenida con esfuerzo. Quise volver a hacerlo. No recuerdo que le dije a ella, sólo recuerdo sus ojos llenándose de lágrimas y los músculos tensándose para no ceder. Sin darme cuenta, había entrado a otra cosa y ahora debía callar.
El día anterior lo había visto, decía.
La niña, igual, corría de aquí para allá tras las gallinas. En la hamaca, antes de llegar a las otras casas, estaba uno de los hermanos mayores. Viejo, barba entrecana, la mirada apagada pero todavía capaz de revolverse con furia, parecía interrogar esa procesión y esa figura yacente ante él.
Todos salieron a recibirme. La madre, dando traspiés, extraviada desde mucho tiempo antes. La hermana, el cuñado.
― Primo, ¿Cómo estas?
Nunca había alegado lo del parentesco. Mi abuela decía que no y yo sabía que no, pero había más estimación en ellos que en mis verdaderos primos.
―Bien
― ¿Y él que tal?
― Lo sacamos a asolear.
Estaba tendido en un catre. Tenía puesta una sábana y una frazada, aunque yo sentía mucho calor. Lo vi demacrado. La cabeza, con los pómulos afilados, parecía una cápsula de adormidera a la que ya no soportaba el tallo. De allí en fuera seguía igual: muy flaco, pero todavía podría darme un doloroso apretón de manos. Quizá en ese momento le pagaba tributo a la imagen que siempre tuve de él: más vivo, más aventado, pegándole a todo con la resortera, pelando cocos a machetazos. Gente de campo: levanta un costal que tú no puedes, amarra una vaca que tú no puedes.
A su última mujer la había visto antes de que se fuera. Morena, muy delgada, vestida muy humilde. Había sufrido un desmayo y la habían llevado a la casa. Era una niña. Quién sabe que sería de ella en estos momentos.
Cuando él me vio, sonrió.
― ¿Qué onda, cómo has estado
― Bien… ¿y tú?
― Bien.
Mi hermano me dijo:
― Lo vieras visto en Xalapa, era más bigote que gente.
― Pero ahorita ya esta mejor ― terció su hermano― ya come, ya esta sano, no tiene ataques, gracias a Dios. Lo único malo es esto.
Entonces levanto la cobija de sus pies. Si su cuello me parecía demasiado endeble para su cabeza, sus pies se habían hinchado hasta parecer ajenos al cuerpo. El tono natural de su piel cedía en los extremos a un tono amarillo, algo que no quise saber si eran escaras u otra cosa.
― ¿Y tu mamá?
― Por ahí anda, luego viene a verte.
Me despedí dándole un apretón de manos.
Pero eso había sido ayer.
Ahora estaba frente a su hermana llorosa, en la cocina, mientras a través de una cortina me llegaba la luz vacilante de las veladoras y el rumor de los rezos.
De repente salió su hermano. Se dirigió a mi mamá. Ella pregunto:
― ¿Ya?
Él sólo sacudió la cabeza negativamente. Luego se derrumbo en llanto como un niño.
Dos días antes nos contaba en la casa:
“Lo había estado cuidando en Xalapa, en el hospital, luego de que mis primos que son cristianos le habían estado rezando en la cama del hospital. Y bueno, ellos ya se habían ido y yo me había quedado a cuidarlo y, pues usted sabe, que el sueño y que el cabeceo, pero también tenía así un sentimiento muy fuerte, pues por mi hermano, usted sabe. Y yo le preguntaba a Dios que si aguantaba, y la verdad lo veía muy malo, ya le habían dado los ataques y es una cosa que ay Dios. Y pues que me quedo dormido y así estoy dormido cuando me despierto, bueno me despierto en sueños, y oigo una cosa muy bonita y veo a un hombre barbado, pero barba blanca muy bonita y que lo miro y le pregunto que si mi hermano la iba a brincar, y el me mira que no sé, siento una paz, y me mira y me dice: Tu hermano va a salir, porque es muy fuerte, y a mi que me brinca el corazón de así como alegría y empiezo a dormir y al día siguiente a mi hermano le paran los ataques hasta que lo dejan salir del hospital. Y mire que ya me lo habían dado por muerto, ¿creerá usted que cuando empezó fuimos a ver al doctor éste el particular que si lo veía o nos daba algo para pararle los ataques o el dolor, nos dijo que no, que ya para qué? Pero mire, por Dios Santo que tuve ese sueño y de ahí comenzó a recuperarse”.
― ¡Ay! ¡Pero si ya estaba bien!
― ¡Cálmate, cálmate, mijito! Debes ser fuerte.
La hermana ya no aguanta y sale. Estoy entonces en una habitación apenas con adornos y una estufa, mi madre consolando a un hombre de casi cuarenta años, mientras detrás de la cortina continúan los rezos, el bailotear de las veladoras y el aroma del sudor, la humedad y la cera mezclándose. Siento como si estuviera en un remolino, como si todo girara, como si alguna fuerza me obligara a asomarme tras la cortina, a ver el vértice de todo ese movimiento, del llanto, la vida y la memoria que se siente amenazada. Todo esta girando ahora, todo se arrastra, son los terrenos de lo Ilimitado, donde la humilde estampa de la Virgen es de nuevo el único asidero posible.
Me asomo.
Es el mismo camastro en el que lo habían puesto a asolear. Al lado de la cama arden dos veladoras. No sé si son los vasos o los materiales pero todo el cuarto esta iluminado por una luz amarilla. Un poco más atrás doña Guille y otra persona rezan la letanía. Él esta cubierto casi hasta el pecho. Es la misma persona que llegaba a romper piñatas en mis cumpleaños. Tiene los ojos en blanco. Lo baña una luz amarilla, mortecina. La sábana blanca esta revuelta sobre su cuerpo. Empiezan a asaltarme otras imágenes: el Cristo muerto de Mantegna, Zapata muerto, rematado y exhibido en Cuautla, el Che expuesto en Bolivia.
Hay algo injusto e inocente en ese cuerpo moreno a punto de ser mondado por la muerte. No tuvo escuela, creció entre gritos, golpes y alcohol. Era el único sostén de su familia. Quiso formar la propia, una y otra vez. No tenía vicios. Los domingos buscaba chambas extras para ayudarse. ¿De dónde, por qué medios, en que momento, alguien que apenas subsiste, va a comprar un condón?
Aquí, tan cerca del ojo del huracán, en los momentos en que nadie se atrevería a desdeñar lo divino, puedo ver los brazos de la tempestad extenderse alrededor como en un campo africano. Esa mujer joven de quien no supe la suerte, lo abandono por el contagio. La niña que quizá este abrazando al mapache, seguramente esta enferma. Falta saber quién lo contagio. La familia esta exhausta y endeudada. ¿Quién realmente se abstiene? ¿Quién realmente puede conseguir o adquirir un preservativo? ¿Qué tan seguido? Hay trescientos enfermos terminales sólo en el hospital de Xalapa. Pensemos en la Mixteca, en Tepito, en Tijuana. Y aparte los irresponsables de siempre.
Ese día mientras regreso a Puebla, recuerdo al Roke: “Ya es parte de la cultura general hacerse exámenes por lo menos cada seis meses”.
Por la ventana observo los campos, los ríos, el cielo extendiéndose hasta lo lejos. ¿Así ha sido siempre? ¿Leprosarios, Muerte Negra, olvido de los inocentes, atención para el que pueda pagarla? No quiero hablar. Una luz mortecina enturbia mis pensamientos. La misma que asocio al Cristo de Mantegna, el rostro de Zapata y al cuerpo del Che en Bolivia.

Antecedentes

En 2004 escribí "Bañado en Luz Amarilla". Apareció en una publicación estudiantil en Puebla. Me parece que todavía vale la pena leerse. Sólo debe tenerse en cuenta que es el testimonio de un evento traumático para quienes lo vivieron. No manejo cifras oficiales, sólo es lo que la gente pensaba respecto a lo que vivía.
A ver que les parece.

Tuesday, January 23, 2007

Pasión nocturna

Tomo la pluma. Comienzo una línea. Vacilo. Retomo. Poco a poco se llena la página. De repente me detengo. Es el mismo lenguaje de los trabajos académicos. Recuerdo algunas líneas de Paz casi al inicio de La llama doble. Hace años que esa disyuntiva se planteó ante mí. No sé si la haya resuelto. Algo hay de común en dibujar un árbol y en trazar un laberinto. La inteligencia que se requiere para desmontar un discurso, seguir su línea de desarrollo, sus mutaciones, leerlo, desentrañarlo, algo tiene en común con construir un mundo o jugar con las palabras. La palabra rojo se presta más para ser usada en un discurso que en otro, pero en ambos casos es lenguaje. Entonces el trabajo de investigación, el poema, la letanía, el memorando, a pesar de todas sus contraposiciones, algo tiene en común.
Quizá para mí sea su condición nocturna. Escriba lo que escriba, es escrito de noche, con eco de mar y luz de estrellas. Porque fue la palabra escrita la que me llevo a la academia. Y lo que encuentro en esos volúmenes me hace retornar a la palabra en movimiento. Son alquimias diferentes, pero una misma pasión secreta, una pulsación nocturna así brille el sol en lo alto. Una pulsación de viajero.