Obviamente ya tengo más de doce días en este año. Mi estado de ánimo es muy diferente al que tenía cuando acabó 2007 y ni se diga 2006.
En estos días espero presentar examen de grado. Es gracioso: siempre parezco tranquilo, como en otra cosa (quién sabe por qué ahora me asalta a cada momento la imagen de una pirámide en medio de la selva: piedras blancas y grises manchadas de humedad y musgo), como si le robara a lo cotidiano espacios para lo importante. Y luego, cuando por fin enfrento y supero el compromiso, la angustia se desata. Siempre estuvo ahí: vigilada, atada como el lobo Fenris (hermosa leyenda escandinava. Lástima que cuando se suelta el mugre lobo devora al mundo, pero los detalles de su atadura son hermosos. Merece su propia entrada) y cuando salta, quedo postrado.
Y luego viene la vida real. Y eso es lo que me tiene feliz porque los compromisos académicos, después de cierto tiempo, son un peso en el alma.
Bueno, la cuestión es que este año es de crisis y toda crisis implica fuerzas en conflicto. Ojalá y estemos entre las fuerzas de lo viviente y vivificante.
Un abrazo.