No sé si era demasiado joven. O si mi memoria falla demasiado. Simplemente no recuerdo un periodo tan corrupto, tan mortalmente corrupto como este.
Recuerdo una noche después de que mataron al cardenal en el aeropuerto. Sentí miedo de atravezar la arboleda que bordeaba la escuela.
México no es así, me dijeron.
Había quien recordaba a Maximino. La manera en que Jenkins se hizo Jenkins. Una rama de mi familia recordaba un periodo de asesinatos habituales en tiempo de mis abuelos, cuando la vainilla costaba vidas y tenías que cuidarla armado. Mi padre tenía presente la violencia en Centroamérica, los bombazos que no alteraban a nadie a media cuadra de la explosión.
Eran charlas. Eran memorias. Gente a caballo que llegaba y prendía fuego a la casa. El general tal que veia a una mujer y se la llevaba, un rancho y se la llevaba. Pero la gente era buena y trabajadora, decían. Había sobresalto cuando aparecía un muerto. Uno. Y muy a la larga, en charlas entre vecinas o por azares increíbles, te llegabas a enterar de los detalles. Uno más en malos pasos.
¿Corrupción? Si, había que pagarle al de tránsito quiza. Pero nada como Banrural. O las tranzas de los petroleros. Quiza algún funcionario bancario era despedido. La corrupción o era muy abajo o muy arriba. Había una clase media pretensiosa que deseaba ser más y apostaba por la educación de sus hijos. El pobre sería campesino o herrero. Si estudiaba tendría un mejor trabajo. Alguno se iría a Estados Unidos.
Estados Unidos. Ahí si hay armas en las escuelas. Y drogas. Y rock que es diábolico y un instrumento para que perdamos nuestra identidad cristiana. Pero México no es así. Eso me decían en la escuela privada. En la pública me dijeron que México no era así. Que teniamos a Juarez, nuestras tradiciones y unidad nacional. Si, el rock es diábolico y apátrida por cierto.
Esa noche cruzamos la larga calle hasta la parada del camión un poco temerosos.Ya era tarde. Alcanzamos a algunas preparatorianas rezagadas (turno vespertino, cabe mencionar).
Cada quien tomo su rumbo. Yo un microbus repleto de muchachos. Mi amigo siguió su camino hasta su casa en el barrio, temible por sus borrachines escándalosos. Llegamos tranquilos y sin problemas.
Ahora México no es así.
Recuerdo una noche después de que mataron al cardenal en el aeropuerto. Sentí miedo de atravezar la arboleda que bordeaba la escuela.
México no es así, me dijeron.
Había quien recordaba a Maximino. La manera en que Jenkins se hizo Jenkins. Una rama de mi familia recordaba un periodo de asesinatos habituales en tiempo de mis abuelos, cuando la vainilla costaba vidas y tenías que cuidarla armado. Mi padre tenía presente la violencia en Centroamérica, los bombazos que no alteraban a nadie a media cuadra de la explosión.
Eran charlas. Eran memorias. Gente a caballo que llegaba y prendía fuego a la casa. El general tal que veia a una mujer y se la llevaba, un rancho y se la llevaba. Pero la gente era buena y trabajadora, decían. Había sobresalto cuando aparecía un muerto. Uno. Y muy a la larga, en charlas entre vecinas o por azares increíbles, te llegabas a enterar de los detalles. Uno más en malos pasos.
¿Corrupción? Si, había que pagarle al de tránsito quiza. Pero nada como Banrural. O las tranzas de los petroleros. Quiza algún funcionario bancario era despedido. La corrupción o era muy abajo o muy arriba. Había una clase media pretensiosa que deseaba ser más y apostaba por la educación de sus hijos. El pobre sería campesino o herrero. Si estudiaba tendría un mejor trabajo. Alguno se iría a Estados Unidos.
Estados Unidos. Ahí si hay armas en las escuelas. Y drogas. Y rock que es diábolico y un instrumento para que perdamos nuestra identidad cristiana. Pero México no es así. Eso me decían en la escuela privada. En la pública me dijeron que México no era así. Que teniamos a Juarez, nuestras tradiciones y unidad nacional. Si, el rock es diábolico y apátrida por cierto.
Esa noche cruzamos la larga calle hasta la parada del camión un poco temerosos.Ya era tarde. Alcanzamos a algunas preparatorianas rezagadas (turno vespertino, cabe mencionar).
Cada quien tomo su rumbo. Yo un microbus repleto de muchachos. Mi amigo siguió su camino hasta su casa en el barrio, temible por sus borrachines escándalosos. Llegamos tranquilos y sin problemas.
Ahora México no es así.