Llegué hace una semana y he estado saliendo al DF. El estado se encuentra inmerso en el periodo electoral. De alguna forma es más sano así, cuando la competencia ya es abierta y no hace falta leer entre líneas.
Hay detalles que en otro momento no me habrían llamado la atención. Por ejemplo, los graffitis. Alguién entendió que no tiene caso reprimir ese medio de expresión sino más bien encausarlo. Ya hay verdaderos murales colectivos en distintas calles de la ciudad. Resulta sorprendente la vitalidad con que distintos horizontes culturales se integran en esas imágenes. La arquitectura colonial, la historia y un cierto estado de ánimo -el de quienes realizan el graffiti- se conjugan de manera sorprendente en esas obras necesariamente fugaces.
No sé si haya mejor medio de zambullirse en las pulsiones de una generación: lo ecléctico, los colores oscuros o demasiado vivos, un realismo inquietante. Mucho más allá de la guerra de marcas en los muros. Puebla como Neza o el DF parece ser capaz de confrontar su rostro en el graffiti urbano.