Los últimos meses los he pasado dedicado a la docencia en Aguascalientes. En la medida de lo posible he visitado Puebla, Veracruz, Zacatecas, Jalisco y Guanajuato. El país ya tiene en conjunto un escenario inconfudible de fin de sexenio, a pesar de que formalmente faltan dos años para la elección presidencial. En medio de estos viajes, la continua lectura de noticias y el verificar las pequeñas y grandes dificultades para dialogar entre los distintos segmentos de la sociedad mexicana, empiezo a sentir la necesidad de escribir de otra manera. No tengo una idea precisa, pero me doy cuenta que de repente no me satisface lo que hago y, sobre todo, que quienes escribimos tenemos un tono homogéneo, pensamos parecido o, sobre todo, pensamos en los mismos lectores.
Aunque el contexto es el que me lleva a este cambio, la búsqueda será interna y básicamente de estilo y de lenguaje. Quiere decir que, aunque seguiré explorando la nota periodística y la crónica, los distintos discursos académicos y algunos otros registros en los que a veces incursiono, es necesario buscar de nuevo la expresión personalísima que en algún momento me decantó por escribir.