Me gusta escribir. De hecho, la mía fue una infancia entre libros y dibujos. Siempre sentí predilección por la biología (animales sobre todo) y la literatura. Al final de la preparatoria la indecisión era absoluta. Mi padre ayudó a solucionar el problema. "Necesitamos un abogado" me hizo llegar la sugerencia a través de mi madre. Y en un acto trascendental, accedí. La lucha posterior a mis primeras tres semanas fue de antología entre un padre convencido de que tenía un hijo irracional y el hijo que no toleraba en lo más mínimo la facultad. Al final, pactamos: "Termino derecho pero me ayudas a cursar otra carrera" El accedió, pensando que a la larga iba a entrar en razón y rematando con el dictum favorito de la gente razonable contra los estudiantes de humanidades: "Te vas a morir de hambre".
Lo bueno de la facultad -descontando el aislamiento, el rechazo a la forma de ver el mundo de los compañeros, el aburrimiento y todos los demás problemas que venían a juntarse-es que era el lugar perfecto para leer. Con un ligero repaso al código se tenía tiempo para acceder a novelas, obras de filosofía, historia, sociología, arte. De todo, menos derecho de ser posible.
Y no es que fuera malo. Parte del sí inicial -antes de estrellarme con el muro- se debía a la inmensa multitud de abogados que habían sido escritores. Pues si, pero para mí el escribir se volvió una defensa tenaz de mi ser, algo que me daba un lugar y un destino.
Terminando la carrera, fuí a la UNAM. Realmente fue una zambullida en la libertad y la pluralidad. Hasta la huelga agradezco, aunque me pasó a traer. Con mi título de abogado - pese a todo, tuve un buen promedio- y mis estudios de literatura, entré a la Maestría en Literatura Mexicana. Nuevamente la idea era escapar al dictum "Te moriras de hambre" y al tedio del litigio. Hoy tengo un doctorado, he dado clases en Aguascalientes y Puebla, y sigo pensando que todo esto no es sino un medio para vivir decorosamente y seguir escribiendo. Faltan las publicaciones, faltan los concursos, pero yo sigo escribiendo y eso quiero seguir haciendo. Y sigo contradiciendo con toda mi alma ese dictum que ha frustrado a tantos: "Te vas a morir de hambre".
Por cierto, gracias a que escribo, conocí a la mujer que quiero.