Sunday, May 22, 2011

SOL DE MEDIO DÍA

Me encuentro en estos momentos más cansado que de costumbre. El viernes pasado salí de viaje y me encontré ante un panorama demasiado conocido. La temperatura ascendía a cuarenta grados, el sudor entraba en mis ojos sin darme tregua. Todo para hacer un trámite. En una de las esquinas de la pequeña ciudad que visitaba, una tienda de ropa en la que solía comprar se encontraba en remate.
Me gustan estas visitas esporádicas por lo que veo de la gente. De alguna manera podría ir a Bangladesh y encontraría cosas similares: pequeñas barberías, tiendas de bisutería contrabandeada, oficinas recién pintadas donde los llamados a cuidar el entorno chocan con la gente pescando para subsistir entre botellas de refresco vacías.
El problema es que no es Bangladesh. Está demasiado cerca para que diga su nombre. Sin embargo, lo que me cansa no es el sudor en los ojos o el calor. Pasan años sin que realmente vea un cambio de fondo en la mentalidad de la gente. Tal vez patrones de consumo alterados, eso sí.
Es entonces cuando saltan a la memoria poemas como el de los ajedrecistas de Cavafis. Un poema donde dos ajedrecistas combaten en medio de un verdadero combate sin poner atención a lo que sucede alrededor. Siento algo así. O como si México fuera una serie de fortalezas y fosos apenas contactados entre sí. Mundos que no dialogan ni se tocan. Totalmente ajenos.
Si a esta gente que veo – sentada en la acera, vendiendo mangos y papayas, mientras detrás de una cortinilla una mujer morena de vientre enorme bebe una cerveza- me escuchara hablar sobre la birria – no la de Jalisco, sino la de Aguascalientes- no me entenderían. Aquí el borrego es el pedigüey. Si le dijera al hombre criollo, terrestre y católico de Aguascalientes como es el zacahuil o que en ese río cada invierno sube la cría de un gran pez y pese a la prohibición se vende y se consume como si fueran angulas o algo así, tampoco me entendería.
Todo así. Todo en su estanco , sin diálogo, sin pureza pero exigiendo que esta se simule. Por los siglos de los siglos amén.
Es eso lo que cansa.