¿Leer es evasión? Sí. Pero luego de la lectura se ven más nítidamente los contornos de la realidad.
La frustración es un componente necesario del consumismo. Nunca alcanza para todo. Y si alcanza, no hay tiempo.
Uno deambula con cierta memoria a cuestas. Despierta cada mañana porque recuerda vagamente quién es.
Usar en demasía el lenguaje produce vacuidad.
El humor es evanescente. Cuesta reírse de uno mismo. Excepto si te imaginas desnudo. Entonces también se puede hablar en público. Nunca imagines que el público te ve desnudo.
Lo malo de la seriedad es que está asociada a las afecciones mentales.
Escribir es hacerse disección. Luego uno dice que disecciona su sociedad. Todo termina como en una caricatura médica de Fontanarrosa.
El mejor juego fue solo en la infancia. Te creías gato.
Toda idea se vuelve obsoleta justo después de afinarla.
La última vez que supe del estado de bienestar, se estaba ahogando en una poza de brea.
Tiene toda la simpatía de un cuadro de Juan de Valdés Leal.
Usar la palabra atraso es disimular la palabra explotación.
No somos importantes. No ganaremos premios. No desfilaremos en la pasarela.
La alta costura y el mundo académico se caracterizan por las mismas gesticulaciones.
De repente uno se tropieza a medio desfile y es el desfile.
Humboldt nunca pensó que lo más simpático que podría ocurrirle sería su pingüino.
Los más sólidos principios del hombre están grabados como en bronce en su conciencia. Por eso tanta figura pública tiene nada más el espacio en blanco donde estaba la placa antes de que sus socios de coalición la desmontaran para fundirla.
Escribir es tantra con letras.
Leer es besar. Besar es leer. Deja está pantalla y busca un cuerpo.