Un año más. En principio, Viajero en Mathurai sirvió para darle seguimiento a los eventos y preocupaciones que me asaltaban. Procuraba ser una ventana personal al devenir de los hechos y a la vivencia del viaje. En algún momento, un cierto sesgo sedentario, precipitado porque la vida en los años recientes no fue lo que solía ser y menos lo que se había esperado, hizo cada vez menos frecuente el viaje y quizá la sorpresa. De repente, me encontraba más preocupado por finiquitar compromisos burocráticos que en narrar ese día, esa naturaleza tan profundamente cambiante del día que era lo que pretendía capturar con mis apuntes cada vez más esporádicos.
Creo, sin embargo, que el año que termina no es un año más. O sí, es un año más en un largo proceso de transformación que ha mostrado el rostro menos amable de mi país y lo ha dejado con las certezas y los hábitos completamente dislocados.
Sin pretender hacer eco del coro de los lamentos que suele encontrarse en twitter, creo que este año fue definitorio por el cierre del ciclo de las reformas neoliberales alguna vez acariciadas por el llamado "grupo compacto" de Carlos Salinas de Gortari. Ese ciclo de reformas ha finalizado y con él la posibilidad de su reversión por la izquierda escindida del partido oficial en aquel lejano 1987. Estos hechos abren nuevas posibilidades, todas las cuales pasan por un tremendo trabajo de análisis y reformulación de diagnósticos y propuestas.
Si bien, pertenezco a una generación que ha sido ejercito electoralista para esa izquierda, no sólo refrendando el voto en cada elección federal sino incluso movilizándonos más allá del mero compromiso formal de su emisión, desde hace años se hace patente una necesidad de renovación que el mismo "equilibrio catastrófico"del país hacia distante. Es obvio que esta renovación no pasa por la asimilación que los voceros del statu quo señalan como único camino para una tradición que se reinventa precisamente buscando superar lo existente. Más bien, sería recuperar esa capacidad crítica e innovadora el punto por el que pasaría esa transformación.
En términos prácticos, lo que antes creí (mos) y lo que antes hi(cimos)ce no resulto suficiente, no satisfizo las expectativas ni abrió en primer término nuevos derroteros. Dejó, eso sí, muchas experiencias y aprendizajes que necesariamente marcan el quehacer cotidiano de mi generación.
El escenario ha cambiado de una manera tal que todavía no se vislumbran totalmente sus alcances, pero de que la vieja voluntad de superar el orden heredado y, por otro lado, conocer un mundo que no puede ser simple y que sólo conociendo al otro se revela, siguen ahí, no me cabe la menor duda.
Me despido. Feliz 2014.