Saturday, February 27, 2016

Iguala

El mes pasado me desplace a Iguala Guerrero con el fin de participar en el Homenaje por el Centenario de Elena Garro  organizado por la Cátedra Ixtepec de Garro, a invitación del dramaturgo Felipe Galván. 

El viaje resultó en una estancia paradójica. Descubrí que en Iguala se hace un excelente teatro gracias al grupo Janos de esa localidad. Igualmente es uno de los espacios donde más racionalmente se expresa la relevancia histórica de una ciudad sin caer en mala arquitectura, el  parque sigue sembrado de tamarindos y en la iglesia de San Francisco fui testigo de cómo incluso la religiosidad de los guerrerenses está marcada por una tradición de lucha. Por otro lado, el mercado informal parece una parte importante de la economía local, el palacio municipal sigue mostrando las huellas del incendio de hace dos años y la gente parece saturada de una violencia que no deja de reiterarse en portadas de diarios y en las carcachas que pregonan sus encabezados por altavoz.

Iguala da la impresión de ser una de esas ciudades de origen colonial que organizan el mercado criollo de productos indígenas y donde, poco a poco, se va conformando una clase intelectual que incide en los procesos históricos de su entidad, a despecho de que su importancia económica se vea desplazada del primer plano. Su condición de epicentro de luchas sociales y democráticas desde la década de los sesentas y el contrapunto entre su condición de enclave cultural y el entorno rural guerrerense, evidentemente le han cobrado distintas facturas a lo largo de la historia. Sin embargo, también queda claro que no existe un atavismo guerrerense que evite el progreso y sume ese estado en la pobreza y el atraso. Al dialogar con los habitantes de la ciudad queda claro que en buena medida una de las causas remotas de la violencia actual no sólo es el caciquismo que se le suele achacar a esta tierra, sino la continua apuesta del poder federal por este caciquismo y la violencia como medios privilegiados de articular la vida social de los guerrerenses. En este contexto, el papel que ha cumplido el teatro y otras artes como mecanismo de identidad y respuesta frente a la violencia y como vía de participación social no debe tomarse a la ligera.