Tuesday, June 27, 2006

Sobre un cierto tono de queja´últimamente adoptado en todos lados.

Si hay algo que en serio me molesta – y lo he dicho no una sino varias veces y sé que no dejaré de tener que decirlo- es la falta de fe. Falta de fe en uno mismo, falta de fe en la gente, en la historia y en el hombre. A toda la negra sucesión de homicidios, robos, traiciones y miserias que cualquiera puede hacer, se contrapone la sobrevivencia misma del hombre, los prodigios del arte y el pensamiento que ha podido levantar en medio de las fiebres recurrentes que surcan la faz de la tierra.
Tan fácil que es demeritar, tan fácil que es desesperarse. En estos momentos hay decenas de miles de personas sin luz, esperando el asalto de un ejército o temiendo las represalias a nombre de las víctimas. Y sin embargo, en medio de esa maraña todavía hay tiempo para algunos gestos de nobleza, de compasión y si, aunque suene anticuado, de amor.

¿Qué estará haciendo Ingrid Betancourt? ¿Qué es de los sindicalistas en Basora? ¿Qué será ver con hambre hacia las costas de las islas Canarias? ¿Cuántos sacrificios implica que un hijo cruce la frontera?
Y, sin embargo, o se tienen problemas o la monótona vida apesta. Aja.
Bastante cómodo.

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