Tuesday, July 11, 2006

Caminata

En lontananza veía algunas láminas de zinc brillando entre las hojas de los árboles. No eran casas: eran los establos. Hacía años esta zona se había distinguido en la ganadería tropical. Si por momentos se encontraban trechos de carretera donde el viajante era golpeado por el aroma de los naranjos o de las palmeras en flor – pero también del agua encenegada o de las frutas descompuestas o de las hojas ardiendo-, igual había otros donde la boñiga de vaca golpeaba su rostro.
Faltaba mucho por recorrer. El zacate estrella se enredaba en los pies mientras los mosquitos negreaban el dorso de las manos y el cuello. En los árboles del lindero – palo mulato y zapote reventador- se posaban los gavilanes.
Arriba, el sol.

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