Friday, August 29, 2008

Puerto Arista


Desembocamos en una carretera muy estrecha. Las ramas de los mangos cubren una buena parte de la orilla. Las frutas penden sobre nosotros, su aroma invade la noche. Un pequeño tlacuache olisquea la fruta caída. Hay una cierta placidez en las cercas pintadas de blanco y la sucesión de árboles adivinados.
De repente, una vaca. Una cebú joven de lustroso color chocolate en medio del carril rumiando sin preocupaciones.
-¡Una vaca!
- De veras.
Mi padre la esquiva sin problemas, algo sorprendido porque el color oscuro la escondía de lejos.
-¿Dónde es aquí?
- Puerto Arista.
-No tengo nada que hacer en Puerto Arista.
Un enorme faro a nuestra derecha y una sucesión de palapas y restaurantes vacíos frente a nosotros nos informan que hemos errado el camino.
Miramos de nuevo. Detrás del portal de material se extiende una playa apenas ocupada. Se ve el mar lamiendo la arena en medio de una noche añil, mientras el faro se baña de luz de luna. No, no es un error pero hay que regresar.
Al retorno, la vaca ya esta echada, rumiando y rumiando en medio de la carretera.

Thursday, August 14, 2008

Retorno

No daré razones ni antecedentes del viaje. Comenzaré con un largo boulevard con camellón central, líneas ferroviarias paralelas, largas luminarias que emiten una luz que se pierde en medio de la bruma, el calor y la humedad haciendo sudar todo. Son las doce de la noche. Tuxtepec Oaxaca.
Mi padre tiene en mente la carretera a Palomares. El la corrió nueva: larga y solitaria. A ambos lados del camino crecían zacatales. Las vacas se tendían en el asfalto y a partir de las dos de la mañana era probable ser asaltado.
La memoria es difícil. Pasamos junto a un cañal ardiendo. La zafra. Mi madre recuerda uno igual veinticinco años antes. Yo veo un puente, “Puerta del Papaloapan” . Lo recuerdo, pero la primera vez que lo vi, no sabía leer.Mi padre quiere aprovechar la noche. De día el sol calentará el pavimento y será insoportable. Ya hay cercas. Poblado tras poblado: Maria Lombardo, Miguel Hidalgo, Augusto Gómez Villanueva. Hay topes y gasolinerías. Me llega el recuerdo de búsquedas nocturnas entre sueño y sueño. No debía dormirme: tenía que ver si cruzaba algún animal. La noche continúa su juego de sorpresas: un oso hormiguero cruza y, sin querer, me regresa a ese tiempo