Thursday, April 09, 2009

Saber demasiado

Acabó de conocer a un físico. Me platicaba con una mezcla de animadversión y desencanto la frase con la que un empleado de una universidad privada rechazó el currículum de su esposa, postgraduada en Matemáticas: “El problema de México es que o no se sabe nada o se sabe demasiado”.
“Se sabe demasiado”. Creo que el verdadero problema es que la impartición de conocimiento se ha vuelto parte del entramado económico de las oligarquías mexicanas y, en esa medida, todo aquello que amenace su postura de coordinadores, gestores y administradores del conocimiento y la riqueza –casi nunca generadores- se verá relegado. Así, aunque sobran carreras privadas como marketing, relaciones internacionales, administración de empresas turísticas, gastronomía, finanzas, etc., (mismas que en cierta proporción son igualmente necesarias) inversiones en áreas de ciencias y humanidades – responsabilidad antes que nada estatal por su carácter estratégico- son cuestionadas en virtud de que “generan desempleados”.
Parte del problema responde a la incapacidad de los egresados de insertarse en la sociedad y defender la validez y necesidad de su conocimiento. Simplemente el científico o el humanista no tienen qué oponer al joven estudiante de preparatoria que anhela con todas sus fuerzas ser policía federal de caminos y extorsionar autotransportistas. La razón es que se acepta de antemano debatir a partir de una escala de valores deforme, contraria a la justipreciación del conocimiento. Y lo que sucede frente al joven estudiante se replica frente al administrador, el legislador, el tecnócrata que prepara los presupuestos y la sociedad civil en su conjunto.
En México no hay quien sepa demasiado. Ese conocimiento es la única baza del país para enfrentar el subdesarrollo y el obscurantismo. Es por eso que el pequeño burócrata del organismo público o privado tratará de cercenar el acceso del egresado al verdadero ejercicio del poder y la libertad: su acceso al trabajo, su acceso a los medios de comunicación, su acceso a la seguridad social. Sólo así su simple fidelidad al empleador – que muy probablemente heredó su riqueza si no es que la malversó- le podrá garantizar al burócrata su permanencia en el puesto.

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