Hoy me encontré con una gran amiga. Lleva toda su vida en el ámbito público. A lo largo de la charla no pude dejar de fijarme en sus manos: son largas y de dedos finos, parecen moverse con la confianza de alguien que sabe entretejer hilos delgados y manipular materias frágiles. Su rostro me sigue pareciendo bello, aunque en estos días presenta un cansancio inmenso, no físico sino más bien mental.
El tono de su voz también tiene trazas de cansancio, de haberse empecinado en algún momento en hacerse escuchar y ahora, lista sólo a deslizar pequeñas verdades, indicios de grandes riesgos, de grietas bajo superficies aparentemente sólidas, no pierde su tiempo en oídos de maquinista.
Su cuerpo es hermoso todavía. Parte del cansancio lo explica el gimnasio y la extraña autoconsciencia de quien quiere interesar a los demás en su aspecto.
Su mundo es tan teatral como el de una actriz. La diferencia es que Lady Macbeth y las Brujas son verdaderas y se replican por centenares. Cada que toca su vida profesional y esta se entremezcla con la privada, me siento desplazado a uno o a varios de los círculos del Infierno de Dante. La soberbia, la traición, el orgullo, la lujuria y la codicia toman cuerpo, nombre y apellido, están detrás de nombres abstractos y términos asépticos.
Al final trato de recordar las muchas ocasiones a lo largo de los años en que nos hemos visto: desde los pasillos universitarios a estas largas charlas robadas a su agenda. La viveza de los primeros años es cada vez más suplantada por una autoconfianza que deriva en dureza. Lo ideológico hace tiempo que fue abandonado y ahora priva lo procedimental. Con todo, tiene principios en comparación con el sordo mutilarse de la multitud al fondo. Algo, sin embargo, la coloca en una situación inerme - tan inerme como está la mayoría de los hombres ante los rejuegos del poder- y ese algo es su creencia en la naturalidad de estos procesos, en la profunda incapacidad humana de aprender de los errores.
La luz se extingue. Afuera cruzan rápidamente los vehículos. Por un momento volvemos a ser quienes fuimos en esos días remotos llenos de fe.
Regreso caviloso. La noche cae totalmente sobre mí.