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Thursday, July 21, 2016

Querétaro

Tengo un recuerdo apenas claro, un vislumbre, más bien, de la iglesia de Santa Rosa de Viterbo en Querétaro. El tiempo para regresar a casa se cumplía y apenas pude ver los mascarones de la fachada y el parque al lado del templo. Apenas alcancé a mirar de reojo la puerta colonial y, de nuevo, tuve que pensar en esa modernidad de vallas metálicas, de vías rápidas, de entradas y salidas. 
Tuve un poco más de suerte con los templos de Santiago y de la Cruz. El plan había sido armado sobre la marcha y conocer algunos de los puntos de la ciudad apenas se alcanzó. Pero encontrar una estatua de Santiago Apóstol y luego el relato de la Iglesia de la Cruz como el lugar de la aparición me puso de frente con la presencia negada de los caxcanes y demás pueblos indígenas. Una negación que se sostiene en las armas y en el mito. ¿Quién puede con una imagen ultraterrena participando en un conflicto así sea como mediador?
Un poco antes, mi guía, una amiga que conocía perfectamente los rincones del Bajío, me comentaba cómo el parecido más logrado con Madrid en el México colonial estaba en Morelia. Aún así, ella me decía, algunos pasajes de la ciudad recordaban a la urbe lejana, si bien, en lugar de la noche a rienda suelta madrileña, nosotros nos topábamos con las cortinas cerradas de los comercios y migrantes centroamericanos intentando dormir en los portales.
De regreso hacia la ciudad de México, casi al inicio de la autopista, comencé a ver una gran peregrinación mariana. Gente de extracción campesina, con sombreros y mochilas a la espalda, que caminaban a un costado de la carretera por kilómetros, llevando a sus niños con ellos.
En tanto me recostaba e intentaba dormir, recordaba la "Casa de la Monja", el restaurante dónde habíamos desayunado y que, según mi fuente, se caracteriza por mantener la cocina tradicional queretana como su principal oferta.
Mientras me acercaba al defenestrado DF, ahora Ciudad de México, pensaba en los vasos comunicantes entre las sociedades del Bajío. Como a lo largo de los últimos años, lentamente, he podido conocer la gente de toda la zona con excepción de Michoacán. Entre las imágenes barrocas de Santa Rosa de Viterbo, la larga marcha de los peregrinos y cierta memoria de las obras de Ibargüengoitia, trataba de encontrar un carácter común, pero a cada paso la diversidad entrevista a trompicones me permitía notar el peso de la migración interna y la relación con Estados Unidos. Ejemplo: de camino, un rancho "La niña blanca" y un santuario a la Santa Muerte me indicaban que mejor ponía en duda mis certezas hasta nuevo aviso. No en balde todo mundo me decía que, por lo menos en Querétaro, la mayoría ya viene de otro lado.

Sunday, June 29, 2014

Secretos que se desgranan en la noche

Suelo escribir primero un borrador antes de compartir alguna entrada en el blog. Hoy prescindo de eso porque tiene mucho tiempo que no escribo. Por ejemplo, de la marcha de los médicos inmersos en el movimiento #Yosoy17. Una cosa es escribir sobre el movimiento de los médicos, tejer paralelismos entre las razones de su protesta, la de los maestros en general y la de los profesores universitarios en particular. Todos esos sectores y más, padecen la falta de gasto e inversión en las actividades sustantivas (la prestación de servicio, insumos, derechos laborales, etc.) y por otro lado la existencia de minorías que disfrutan de todo lo necesario y más. Pero eso es algo que, al final, salta a la vista y en el corto plazo no va a cambiar. Otra cosa es escribir que me dio un profundo sentimiento, el nudo en la garganta que hace mucho no había sentido, cuando vi a gente común y corriente, empleados relativamente privilegiados de centros médicos públicos y privados, marchando por los derechos de todo su sector. En realidad es la profunda debilidad de los gremios, el ver los derechos como privilegios o gracias concedidas por el poder, lo que ha permitido el continuo agravamiento de la situación.
De momento parece que el movimiento pasa a segundo plano. Sin embargo, maestros y médicos suelen ser los primeros en marchar, una especie de indicadores del deterioro de la cosa pública. Así fue en los cincuentas y sesentas del siglo pasado y, a pesar de los cambios que ha sufrido el país, veo en esos lentos movimientos sociales el contrapeso necesario al ejercicio político administrativo de una serie de tecnócratas ajenos por completo a las peripecias del vivir en el país que sólo conocen por estadísticas.
Esto va para largo. Ya sea por la vía lenta de las reformas o por la sorpresiva del derrumbe institucional y lo que viene tras éste, las sociedades siguen moviéndose, encontrando la cuadratura a una exigencia doble: satisfacer sus necesidades materiales y garantizarse derechos, entidades culturales como pocas otras.
La noche sigue. Llueve. Son días que invitan a la amargura del mate o del café. En fin.

Wednesday, October 02, 2013

Dos de octubre

Cuarenta y cinco años de la matanza de Tlatelolco

El día de hoy se conmemoró un aniversario más de la matanza realizada por fuerzas gubernamentales en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. A diferencia de años anteriores, por lo menos en Puebla el evento tuvo un carácter más político cultural que estrictamente político.

Así se dispuso de fotografías impresas en lonas de gran formato en los patios de la Facultad de Filosofía y Letras mostrando momentos emblemáticos del movimiento y la posterior represión. Las mismas fueron colocadas aparentemente por un colectivo estudiantil. Durante la mañana un contingente de estudiantes estuvo preparándose para realizar la marcha que marcaría el carácter político de la conmemoración, en tanto que otros prefirieron asistir al evento que, más tarde en el Parque Juárez, se llevaría a cabo con la participación de la escritora Elena Poniatowska.
Mientras los eventos político-culturales se llevaban a cabo en distintos puntos de la ciudad, las actividades académicas continuaron sin ninguna pausa ni sobresalto. Sería hasta la tarde, cuándo, a través de las redes sociales me enteraría de los choques que se suscitarían en la marcha de la Ciudad de México y los eventos de provocación y posterior represión que tendrían lugar.
La conmemoración y la manera en que las autoridades y el estudiantado así como otros actores sociales que suelen acompañar estos eventos reaccionaron al mismo, me hicieron preguntarme hasta que punto la politización del estudiantado responde a las pautas que en su momento llegaron a ser características de este tipo de conmemoraciones.
En principio me parece evidente la voluntad de las nuevas generaciones de apropiarse de este lenguaje simbólico pero, en paralelo, formular otros que sólo ellos están en posibilidad de descifrar y compartir, por lo menos en estos momentos. Si bien, no todos se sumaron a la marcha, era evidente una voluntad por estar enterados y una cierta lejanía crítica de las manifestaciones más organizadas de la conmemoración. Las pantallas de computadoras y celulares no dejaban de ser fuentes de información y. a la expectativa siempre fallida de una mayor organización, correspondía una renovada capacidad de convocatoria que no se avenía a cumplir con formalidades. El interés en los más jóvenes no se encontraba tanto en conmemorar una vez más un evento que en buena medida conocían, sino más bien en un creciente rechazo a políticas que los afectan de manera concreta pero frente a las cuales no están demasiado dispuestos a ofrecer cheques en blanco a las fuerzas que buscan convocarlos.
Más que la consigna o el grito, me pareció que la jornada estuvo marcada por una silenciosa reflexión, un pensar sobre el acontecer político que se resiste a quedar reducido en una práctica ritual y en las pautas reconocibles de la izquierda universitaria. Al grito identitario de ¡Dos de octubre no se olvida, es de lucha combativa! más que el puño en alto siguió una reflexión silenciosa, la búsqueda de claves para construir una interpretación propia que de momento no tiene una expresión dentro de las pautas tradicionales.
Está lejanía reflexiva pero enterada, parece tener más que ver con la consciencia de la dificultad que entraña una oposición abierta al aparato de estado - apenas el sábado pasado, los maestros disidentes enfrentaron un muro de granaderos- que a la apatía.
Lo que sí resulta evidente, es la distancia entre los eventos conmemoradas y parte de la juventud actual. ¿Son apolíticos? No necesariamente. Más bien parecen a la expectativa: herederos dobles de un imaginario político de oposición y de un régimen autoritario en funciones, esperan de las distintas militancias un discurso que los interpele y los incluya de manera activa. No dudo que haya quienes se sintieron llamados por la convocatoria a marchar, pero entre quienes prefirieron tomar clase se encuentra una mayoría que no necesariamente es apática. Simplemente, valora las hipótesis bajo las cuales ellos podrían sumarse a la movilización o rechazarla. Es en está expectativa donde están las mayores posibilidades de desarrollo de su propia identidad y actividad política, por ahora en plena elaboración vivencial y, ¿por qué no? teórica.



Saturday, October 20, 2012

Encuentro

Hoy me encontré con una gran amiga. Lleva toda su vida en el ámbito público. A lo largo de la charla no pude dejar de fijarme en sus manos: son largas y de dedos finos, parecen moverse con la confianza de alguien que sabe entretejer hilos delgados y manipular materias frágiles. Su rostro me sigue pareciendo bello, aunque en estos días presenta un cansancio inmenso, no físico sino más bien mental.


El tono de su voz también tiene trazas de cansancio, de haberse empecinado en algún momento en hacerse escuchar y ahora, lista sólo a deslizar pequeñas verdades, indicios de grandes riesgos, de grietas bajo superficies aparentemente sólidas, no pierde su tiempo en oídos de maquinista.

Su cuerpo es hermoso todavía. Parte del cansancio lo explica el gimnasio y la extraña autoconsciencia de quien quiere interesar a los demás en su aspecto.
Su mundo es tan teatral como el de una actriz. La diferencia es que Lady Macbeth y las Brujas son verdaderas y se replican por centenares. Cada que toca su vida profesional y esta se entremezcla con la privada, me siento desplazado a uno o a varios de los círculos del Infierno de Dante.  La soberbia, la traición, el orgullo, la lujuria y la codicia toman cuerpo, nombre y apellido, están detrás de nombres abstractos y términos asépticos.
Al final trato de recordar las muchas ocasiones a lo largo de los años en que nos hemos visto: desde los pasillos universitarios a estas largas charlas robadas a su agenda. La viveza de los primeros años es cada vez más suplantada por una autoconfianza que deriva en dureza. Lo ideológico hace tiempo que fue abandonado y ahora priva lo procedimental. Con todo, tiene principios en comparación con el sordo mutilarse de la multitud al fondo. Algo, sin embargo, la coloca en una situación inerme - tan inerme como está la mayoría de los hombres ante los rejuegos del poder- y ese algo es su creencia en la naturalidad de estos procesos, en la profunda incapacidad humana de aprender de los errores.
La luz se extingue. Afuera cruzan rápidamente los vehículos. Por un momento volvemos a ser quienes fuimos en esos días remotos llenos de fe.
Regreso caviloso. La noche cae totalmente sobre mí.

Wednesday, May 30, 2012

Una noche de mayo



Mientras escribo, llegan las noticias respecto las deliberaciones del movimiento #Yo Soy 132. De inicio, se puede catalogar como el primer movimiento  estudiantil universitario en más de una década. Igualmente, a diferencia del C.G.H. de 1999, surge con una agenda que no se circunscribe en su accionar táctico al campus universitario. Además, las redes sociales son la gran novedad en este movimiento al brindarles una capacidad de reacción con la que sólo se soñaba previamente.


Una constante de las aproximaciones es la comparación con el movimiento del 68. No exclusivamente con el movimiento estudiantil mexicano de 1968 que es reprimido en Tlatelolco. Más bien, con esa suerte de revolución silenciosa que implicó la irrupción de los estudiantes y, en general, la juventud en distintas latitudes del planeta. El necesario recuento – mismo que hizo Carlos Fuentes a su modo- implicaría recordar México, París, Praga, sin olvidar que sus antecedentes y derivaciones en realidad colmaron el imaginario de lo que se consideraría el ser joven las décadas subsecuentes.

Es este el punto que quiero abordar. A pesar de lo circunscrito de su protesta y lo tremendamente específico de la coyuntura en la que se presenta, la politización y la transformación de pautas sociales de comportamiento apenas ha comenzado. Si algo tiene en común esta protesta con las de La Puerta del Sol en Madrid y La Primavera Árabe, es el carácter completamente abierto de sus alcances. A su vez, las confluencias que convoque son inusitadas: frente a los más jóvenes – al igual que en 1968- se encuentran diversas generaciones con las más diversas posiciones y disposiciones frente al fenómeno del poder y sus distintas caras. A diferencia de 1968, el país hoy tiene una cierta pluralidad, una cierta vida democrática que parece ser susceptible de enriquecerse con este proceso que le cambia el rostro. Pero los retos, igualmente están ahí. Ya no devienen del Ogro Filantrópico incapaz de reconstituirse. Vienen de la misma pluralidad, del necesario aprendizaje del diálogo y la tolerancia en la acción y, por otro lado, de la tentación siempre presente del autoritarismo y la violencia. En este caso, de no ampliarse la capacidad del mismo estado y sociedad mexicana ( y en cierto sentido, global) de hacerse eco de las ansias de participación y transformación que se nos vienen encima, la violencia difusa que hoy vemos y que castiga tanto a activistas como a gente común, podría erigirse en el oscuro expediente que necesitan las castas en el poder para perpetuar el estado de cosas.

Con todo, quiero terminar con una nota de esperanza. Casi todos ubican El Gatopardo, la obra maestra de Tommasi de Lampedusa, como una novela donde el cambio de las apariencias congela el verdadero cambio social. “Que todo cambie, para que todo siga igual” es la divisa que se repite de manera inconexa en distintas fuentes. Esas palabras del protagonista se ven contradichas por la acción de la novela. Al final, en una Italia ya despojada del peso muerto de la aristocracia, el Gatopardo entrevisto en el cuerpo embalsamado de un perro se disuelve en el aire como un recuerdo inerte de una época que, pese a todas las resistencias, queda atrás.