Cuarenta y cinco años de la matanza de Tlatelolco
El día de hoy se conmemoró un aniversario más de la matanza realizada por fuerzas gubernamentales en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. A diferencia de años anteriores, por lo menos en Puebla el evento tuvo un carácter más político cultural que estrictamente político.
Así se dispuso de fotografías impresas en lonas de gran formato en los patios de la Facultad de Filosofía y Letras mostrando momentos emblemáticos del movimiento y la posterior represión. Las mismas fueron colocadas aparentemente por un colectivo estudiantil. Durante la mañana un contingente de estudiantes estuvo preparándose para realizar la marcha que marcaría el carácter político de la conmemoración, en tanto que otros prefirieron asistir al evento que, más tarde en el Parque Juárez, se llevaría a cabo con la participación de la escritora Elena Poniatowska.
Mientras los eventos político-culturales se llevaban a cabo en distintos puntos de la ciudad, las actividades académicas continuaron sin ninguna pausa ni sobresalto. Sería hasta la tarde, cuándo, a través de las redes sociales me enteraría de los choques que se suscitarían en la marcha de la Ciudad de México y los eventos de provocación y posterior represión que tendrían lugar.
La conmemoración y la manera en que las autoridades y el estudiantado así como otros actores sociales que suelen acompañar estos eventos reaccionaron al mismo, me hicieron preguntarme hasta que punto la politización del estudiantado responde a las pautas que en su momento llegaron a ser características de este tipo de conmemoraciones.
En principio me parece evidente la voluntad de las nuevas generaciones de apropiarse de este lenguaje simbólico pero, en paralelo, formular otros que sólo ellos están en posibilidad de descifrar y compartir, por lo menos en estos momentos. Si bien, no todos se sumaron a la marcha, era evidente una voluntad por estar enterados y una cierta lejanía crítica de las manifestaciones más organizadas de la conmemoración. Las pantallas de computadoras y celulares no dejaban de ser fuentes de información y. a la expectativa siempre fallida de una mayor organización, correspondía una renovada capacidad de convocatoria que no se avenía a cumplir con formalidades. El interés en los más jóvenes no se encontraba tanto en conmemorar una vez más un evento que en buena medida conocían, sino más bien en un creciente rechazo a políticas que los afectan de manera concreta pero frente a las cuales no están demasiado dispuestos a ofrecer cheques en blanco a las fuerzas que buscan convocarlos.
Más que la consigna o el grito, me pareció que la jornada estuvo marcada por una silenciosa reflexión, un pensar sobre el acontecer político que se resiste a quedar reducido en una práctica ritual y en las pautas reconocibles de la izquierda universitaria. Al grito identitario de ¡Dos de octubre no se olvida, es de lucha combativa! más que el puño en alto siguió una reflexión silenciosa, la búsqueda de claves para construir una interpretación propia que de momento no tiene una expresión dentro de las pautas tradicionales.
Está lejanía reflexiva pero enterada, parece tener más que ver con la consciencia de la dificultad que entraña una oposición abierta al aparato de estado - apenas el sábado pasado, los maestros disidentes enfrentaron un muro de granaderos- que a la apatía.
Lo que sí resulta evidente, es la distancia entre los eventos conmemoradas y parte de la juventud actual. ¿Son apolíticos? No necesariamente. Más bien parecen a la expectativa: herederos dobles de un imaginario político de oposición y de un régimen autoritario en funciones, esperan de las distintas militancias un discurso que los interpele y los incluya de manera activa. No dudo que haya quienes se sintieron llamados por la convocatoria a marchar, pero entre quienes prefirieron tomar clase se encuentra una mayoría que no necesariamente es apática. Simplemente, valora las hipótesis bajo las cuales ellos podrían sumarse a la movilización o rechazarla. Es en está expectativa donde están las mayores posibilidades de desarrollo de su propia identidad y actividad política, por ahora en plena elaboración vivencial y, ¿por qué no? teórica.