Suelo escribir primero un borrador antes de compartir alguna entrada en el blog. Hoy prescindo de eso porque tiene mucho tiempo que no escribo. Por ejemplo, de la marcha de los médicos inmersos en el movimiento #Yosoy17. Una cosa es escribir sobre el movimiento de los médicos, tejer paralelismos entre las razones de su protesta, la de los maestros en general y la de los profesores universitarios en particular. Todos esos sectores y más, padecen la falta de gasto e inversión en las actividades sustantivas (la prestación de servicio, insumos, derechos laborales, etc.) y por otro lado la existencia de minorías que disfrutan de todo lo necesario y más. Pero eso es algo que, al final, salta a la vista y en el corto plazo no va a cambiar. Otra cosa es escribir que me dio un profundo sentimiento, el nudo en la garganta que hace mucho no había sentido, cuando vi a gente común y corriente, empleados relativamente privilegiados de centros médicos públicos y privados, marchando por los derechos de todo su sector. En realidad es la profunda debilidad de los gremios, el ver los derechos como privilegios o gracias concedidas por el poder, lo que ha permitido el continuo agravamiento de la situación.
De momento parece que el movimiento pasa a segundo plano. Sin embargo, maestros y médicos suelen ser los primeros en marchar, una especie de indicadores del deterioro de la cosa pública. Así fue en los cincuentas y sesentas del siglo pasado y, a pesar de los cambios que ha sufrido el país, veo en esos lentos movimientos sociales el contrapeso necesario al ejercicio político administrativo de una serie de tecnócratas ajenos por completo a las peripecias del vivir en el país que sólo conocen por estadísticas.
Esto va para largo. Ya sea por la vía lenta de las reformas o por la sorpresiva del derrumbe institucional y lo que viene tras éste, las sociedades siguen moviéndose, encontrando la cuadratura a una exigencia doble: satisfacer sus necesidades materiales y garantizarse derechos, entidades culturales como pocas otras.
La noche sigue. Llueve. Son días que invitan a la amargura del mate o del café. En fin.