Wednesday, April 12, 2006

La noche es el mar

Amanece. La ciudad esta vacía de estudiantes desde la semana pasada. En el centro, los camiones con extranjeros llegan y llegan. Más que tranquilidad, hay una búsqueda de reposo, como si la realidad fuera el sol a plomo y los patios interiores – una mezcla de mosaicos, macetones, escaleras y habitaciones- el único refugio posible.

Cuando llega la tarde, comienza de nuevo el movimiento. En medio de todo esto, sorprendiendo como cuando desde la cubierta de un barco se ve saltar un pez en la superficie del mar, aparecen una y otra y otra vez, mujeres hermosas. Vientres, caderas, cabelleras. Luces que fulguran unos instantes y se pierden en la maraña de cuerpos, de compromisos, de historias cotidianas.

Para mí, el día esta asociado a la vacuidad, a la transparencia. De acuerdo, veo más, pero mi vista se cansa. El tiempo es como el agua de un torrente, demasiado rápida, apenas con remansos amenazados a cada momento.
En cambio, la noche es el río maduro, mejor aún, el estuario. Se ve, pero es mejor palpar, sentir, saborear. Sentidos secretos se activan y entre la luminosidad que revela unas cosas y otras no, el sonido lo mismo se amortigua que se solidifica o se acelera. La noche cambia y te cambia en series inesperadas. Entonces el ser se manifiesta como misterio: bien vista, la noche es el mar.

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