Wednesday, March 15, 2006

Agua

Miro a través de la persiana. En la calle llueve copiosamente. El olor a tierra mojada lo inunda todo, abre los poros. Libera.
Meses más tarde, la situación es la inversa: la tierra reseca llega a mí como polvo. El asfalto se ha convertido en un ardiente mar muerto sobre el que se pierden espectros bañados en sudor.
Me dan ganas de beber. Sirvo el agua y empiezo a recordar mensajes que aparecían en las pantallas que llevan los autobuses: fuentes, retretes, grifos secos. Igualmente pienso en las ruinas de una población que me tocó ver después de una inundación: el agua había corrido a través del poblado y había partido los suelos, arrastrado el concreto, reducido todo a un montón de escombros entre los que hurgaban las gaviotas.
Luego tuve entre mis manos una tarjeta sobre le Foro Internacional del Agua. Todavía recuerdo las noches en que no podía dormir por el olor nauseabundo de un río próximo a mi casa. Un conocido, me platicaba como se bañaba en su infancia en otro río próximo y esperaban en un juego peligroso el llegar de la ríada.
Ahora no hay nada, salvo venenos más tóxicos que cualquier compuesto natural.
El calor sigue. El asfalto baila bajo el efecto del calor. Y nada pasa.

2 comments:

Marco Antonio Cerdio Roussell said...

Gracias Gina. La verdad, tengo intenciones de escribir algo, pero no será pronto.
¿Tú?

Marco Antonio Cerdio Roussell said...

Yo creo que sí tienes con qué. Siempre hay que leer mucho, pero se nota que tienes la inquietud.