Tuesday, March 14, 2006

Silvia Molina

Silvia Molina es una mujer que piensa cuidadosamente antes de contestar una pregunta. Conforme va enhebrando pasajes de su vida, sus expectativas, las condiciones que poco a poco la convirtieron en una narradora reconocida, uno puede ver que tiene una tremenda consciencia respecto a la importancia del orden al momento de narrar una historia.
Dos elementos biográficos definitivamente inciden en las líneas generales de su obra: de un lado, el no haber conocido a su padre, mismo que sin embargo le legó un modelo de conducta y ejemplo intelectual verdaderamente sólido. Por el otro, su dislexia, misma que, considero, fue la clave para ese otro sentido que muestra al estructurar sus narraciones.
Lo que pasa con la obra de Molina – por lo menos en El amor que me juraste, pero parece que también en La mañana debe seguir gris­- es que aparentemente no pasa gran cosa. “Una novela sin aspavientos” la denominó el Mtro. Felipe Garrido. Sin embargo, detrás de esa sobriedad, hay mucho de autocontención y, en un medio que suele ahogarse en la grandilocuencia o lo extravagante, siempre es algo que se agradece.

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